La Séptima Luna.
Argumento
Acto I
Esc. 1
Medianoche en
el patio del Asilo de Locos o Inocentes de Granada, a primeros del XVI. Los
Locos ejecutan una danza intensa que prefigura la honda tensión de la siguiente
escena.
Ahmed, como una sombra de dolor, abre
su corazón a la luna llena reflejada en la fría superficie de la alberca. Se
lamenta porque nunca podrá conseguir a la mujer que ama: la bellísima Leonor,
hija de D. Hernando, el hidalgo que dirige el establecimiento, cortejada por
nobles…, mientras que él, un oscuro médico ayudante, musulmán, de un linaje
proscrito… El lamento de Ahmed (Hermosa Luna llena) es acompañado por el
coro, inaudible para él, de los locos, en que éstos intercalan las palabras de
Ahmed con oscuros presentimientos. Mientras Ahmed concluye su canto (Los
sueños imposibles, Luna), aparece ante él una vieja que deposita a sus pies
una cesta de higos. Él la interroga, sorprendido: es febrero. Por toda
respuesta, la vieja guía con los ojos la mirada de Ahmed hacia una ventana
iluminada en la parte alta del palacete contiguo, donde se adivina la silueta
de Leonor. Las miradas de ambos jóvenes quedan prendidas. La vieja se ha
esfumado. Oscuro.
Esc. 2
Los aposentos
de Leonor, de mañana. La joven cuenta a su ama, Dª Ana, que el joven médico
contempla absorto, cada noche, desde el patio del asilo, su ventana (Ama,
escucha el portento); y que parece hablarle sin romper el silencio. A ella
le conmueve su soledad y su tristeza. El ama, sin tomarla muy en serio, la pone
en guardia contra él: se le habrá pegado algo de los locos (Que Ahmed esté
un poco ido). Mejor haría en pensar en Rodrigo, el joven capitán que
frecuenta últimamente mucho la casa. Leonor se abandona a sus sentimientos (El
mundo queda suspendido) sin atender a razones.
Esc. 3
El patio del
asilo, por la mañana. El director pasea por la galería acompañado de Rodrigo,
joven capitán, al que a la vez lisonjea y da largas en sus pretensiones acerca
de Leonor. Se cruzan con Ahmed, afanado en su quehacer. Ambos jóvenes se
reconocen: no mucho tiempo atrás, Ahmed había curado al capitán tras un
accidente. Ante las manifestaciones de gratitud de éste, Ahmed quita
importancia al hecho. Rodrigo hace votos por su felicidad y aquél deja entrever
lo inalcanzable que la felicidad es para él, lo que inquieta un tanto a D.
Hernando. Mientras los hombres se alejan, los Locos cierran el acto con un coro
(La certeza del día, Luna) que proclama la imposibilidad de los sueños
de Ahmed. Telón rápido.
Acto II
Esc. 1
Salón en el
palacete de D. Hernando. Atardecer. El hidalgo manifiesta al ama que está
preocupado (¡Qué mal presagio!): la servidumbre comenta que una sombra
merodea de noche por los alrededores de la casa; y, además, él mismo ha tenido
un encuentro inquietante: la vieja de los higos, presagio de desdichas. ¡Como
el médico morisco!, exclama el ama, descubriendo el secreto de Leonor. El
padre, pretextando tener que darle instrucciones, le ordena que haga llamar a
Ahmed; y que baje Leonor (El ama sabe más de lo que cuenta). Al quedarse
solo, da rienda suelta a sus celos enfermizos
convencido de que entre los jóvenes hay algo (Hay en mi pecho fiebre).
Al presentarse Leonor, le cuenta –para
sonsacarla- que el capitán ha pedido su mano, reiterándolo a la llegada de
Ahmed. Leonor intenta oponerse, ante la cerrazón del padre (Padre, yo... no
le amo / Mejor, mucho mejor). Ahmed está desolado (¡Cuánta crueldad!). Los
jóvenes no pueden evitar que el dolor se refleje en sus rostros. Sus
pensamientos tejen un dúo arrebatado (Tu dolor atraviesa mi costado), mezclado
con los siniestros designios del padre (¡Cierto! ¡Cierto!). Oscuro.
Esc. 2
Noche de luna
nueva en el patio del asilo. D. Hernando, enloquecido, busca a Ahmed, que no
está. Ciego de rabia, desamordaza su conciencia -el Coro- manifestando
abiertamente sus celos insanos (Este silencio lo acusa / ¡Maldición!).
Esc. 3
Aposentos de
Leonor, la misma noche. Dúo de los enamorados (Ay amor ) interumpido por el ama, que
apremia a los jóvenes a que se separen: D. Hernando se acerca, furioso. Ahmed
se desliza desde la ventana instantes antes de que entre. D.Hernando, ante el
espanto de las mujeres, va desvelando su pasión incestuosa (¡No hay padre!
Hay un hombre roto) y pronuncia la fatal sentencia (Dios no tiene
parte en esto). Telón.
Interludio durante el que
vemos a Ahmed entregado a su actividad diaria en el asilo, en el desempeño de
sus cuidados a los pacientes. Impresión
de larga transición temporal.
Acto III
Esc. 1
El patio del
asilo. Cuchillo de luna menguante. Ahmed desgrana su tristeza y sus temores (Una
vez más vas a ausentarte, Luna) de que sean ciertos los rumores que corren.
Esc. 2
Siete
veces ha menguado sin que haya vuelto la luz a la ventana de Leonor. Corren
rumores horribles. Coro desatado de los locos –inaudible siempre para- en que,
mezclada con desatinos, se abre paso la verdad (¿Qué esconde la celosía?).
Cierra el pasaje Ahmed solo (Pequeña Luna triste), siendo interrumpido
por la llegada del padre, insomne y desquiciado (¡No mires más esa
ventana!). Hay un feroz cruce de acusaciones entre ambos. D.
Hernando ataca a Ahmed, que consigue arrebatarle el arma. Cuando parece que va
a darle muerte, el joven se suicida ante
sus ojos. La Luna, prodigiosamente, se llena en el espejo de la alberca y envuelve
la figura de Ahmed. D. Hernando se acuclilla en un rincón; tiene los rasgos de un loco más. Oscuro y
telón.
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